Severus & Lily pt. 4
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Severus & Lily pt. 4
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El sol estaba comenzando a salir y Severus juraría que los elfos domésticos todavía no habían empezado a preparar el desayuno, pero no podía permanecer en la cama.
Llevaba horas tumbado boca arriba en su cama. Había dormido un par de horas y se sentía despierto (más despierto que en toda su vida). Había descubierto qué era lo que sentía realmente por Lily, y estaba entusiasmado por contárselo, pero a la vez nervioso por la respuesta que ésta le daría. Después de la frialdad con la que le había tratado el día anterior, temía que Lily le dirigiese una mirada de desprecio y confirmase sus sospechas de que, tras tantos años, se había dado cuenta de que Severus realmente no era una persona rica, ni encantadora, ni popular, como el estúpido de James Potter, así pues, a la sensación de euforia se le asociaba la preocupación y el nerviosismo.
Se levantó y se dirigió al armario. Como siempre, la habitación estaba iluminada únicamente por antorchas y velas que levitaban formando sombras fantasmagóricas en las paredes de piedra. Orlando todavía dormía (y no le extrañaba, todavía eran las seis y media de la mañana), pero a Severus no le preocupó hacer suficiente ruido como para que se despertara.
- Tío, son las seis y media de la mañana, ¿se puede saber qué haces? Todavía tenemos media hora de sueño – bostezó Orlando, dándose la vuelta e intentando volver a dormirse.
- ¡No me importa! – sonrió Severus, pero la sonrisa seguía temblándole, pues no sabía si estar contento o si estar preocupado – No tengo motivo alguno para perder el tiempo, tengo que ir a decirle a Lily que... – no creyó oportuno que Orlando supiese lo que le tenía que decir a Lily. Tenía la esperanza de que Lily no le respondiese con un rotundo y frío «no», pero si sucedía, era preferible que Orlando (el mismo que le había echado encima a Meena Llewellyn) no supiese nada del tema – ... necesito su caldero.
Withmore estaba demasiado dormido como para darse cuenta de que el caldero de Severus estaba en perfectas condiciones, así que Severus se vistió con rapidez y salió de su dormitorio con frenesí, cruzando la sala común a zancadas.
- ¿A dónde vas a estas horas de la mañana? – preguntó Meena Llewellyn, apoyada en el marco de la puerta que dirigía a las habitaciones de las chicas.
Severus miró a Meena con preocupación. Quizá, si se lo contaba, se ponía hecha una fiera y se iba directa a por Lily para arrancarle la cabeza a mordiscos, y si no se lo contaba seguramente le seguiría. Meena seguía observándole, pero no le miraba con suspicacia, sino con sincera curiosidad. Severus suspiró.
- Meena, tú no estás enamorada de mí – dijo Severus acercándose con lentitud a Meena, que frunció el ceño con molestia.
- Claro que lo estoy, Severus. Hice las pruebas para entrar en el equipo de quidditch de Slytherin para llamar tu atención. Me sé tus horarios de memoria, sé lo que te gusta desayunar y me encanta acompañarte allá donde vayas. ¿Tú cómo llamarías a eso? – respondió Meena, cruzando la sala común en dirección a Severus, que se había parado en seco y la observaba con cautela. Llevaba una bata azul y por debajo se veían los pantalones de pijama y las zapatillas a juego.
- A eso, Meena, lo llamaría obsesión. Piénsalo: nunca hemos hablado, y aunque te hayas aprendido mis horarios de memoria y sepas qué me gusta desayunar, no sabes nada de mí. No sabes cómo eran mis padres, ni de dónde vengo, ni las notas que saco, ni porqué me gustan tanto las Artes Oscuras. Sólo te gusto porque Orlando Withmore te dijo que era un auténtico amante de las susodichas, pero que tengamos una única cosa en común no es motivo para que te enamores perdidamente de mí – explicó.
Meena se sentó en uno de los sillones que había frente a la chimenea. Parecía estar recapacitando al fin, milagrosamente. Estuvo aproximadamente cinco minutos con la mirada perdida, y finalmente miró a Severus.
- Es por Lily Evans, ¿verdad? La alumna de Gryffindor con la que estás siempre... – comentó en voz alta.
- En realidad... Meena, aunque ella no tuviese nada que ver. Aunque no hubiese otra chica, no tengo ningún motivo por el cual enamorarme de ti. Ya te lo he dicho, sólo hay una cosa que tengamos en común, y creo que no es lo suficientemente fuerte como para estar juntos. Tal vez para ser amigos, debatir temas sobre las Artes Oscuras o ser en un futuro compañeros de clase, pero para una relación no. Hay muchos chicos ansiosos por conocerte, pero no les has dado la oportunidad de hacerlo porque estabas pendiente de mí, y eso es inútil – expuso Severus, pensando en Orlando Withmore, que había comentado lo de las Artes Oscuras intentando sacarle conversación a Meena, porque a éste sí le gustaba ella.
- No me lo puedo creer – Meena sonrió ligeramente –, no sé por qué da la impresión de que estés pidiendo mi bendición.
Severus sonrió sonrojándose. En realidad no era esa su intención, pero se paró a pensarlo y se dio cuenta de que si Meena seguía pendiente de él estando Severus loca y absurdamente enamorado de otra persona, se sentiría mal consigo mismo, así que en cierta forma sí le estaba pidiendo su bendición. Meena volvió a perder la mirada en el interior de la chimenea y volvió a mirarle.
- La verdad es que hacéis buena pareja. Creo que por eso me daba tanta envidia – murmuró con la boca pequeña. Severus sonrió de oreja a oreja y se dirigió de nuevo hacia la puerta principal de Slytherin –, pero sólo te quiero pedir una cosa – añadió.
Severus frenó en seco y se giró con curiosidad. Meena seguía sentada en el sillón y le estaba dando la espalda, pero eso no impidió que pronunciase las palabras, y que él se diese cuenta de que estaba sonriendo.
- Dime el nombre del chico.
Severus subió con rapidez las escaleras que dirigían al vestíbulo principal. Sabía que si se encontraba con Filch se metería en problemas por culpa de estar fuera de su casa a deshoras, pero quedaba menos de un cuarto de hora para que la gente emergiese de sus respectivas y cálidas camas y bajasen a desayunar. En ese momento Severus se consideró realmente inútil, pues ahora estaría deambulando por el vestíbulo hasta que éste comenzase a llenarse de gente, pero eso no tardó en suceder, porque el haberse despertado tan temprano le proporcionó ver cómo los elfos domésticos se dirigían en manada a las casas, seguramente para encender las chimeneas y adecentar la estancia quitándole el polvo. Otros deambulaban limpiando el ya de por sí brillante suelo del vestíbulo y una elfina doméstica barría con esmero los escalones de la torre de Gryffindor.
La manada de elfos domésticos que se dirigían a la casa de Slytherin saludaron a Severus con un cordial y educadísimo «¡Buenos días, señor! ¡Que tenga un buen día, señor!», y éste correspondía con una sonrisa desconcertada. Finalmente, los alumnos de Hufflepuff y Ravenclaw comenzaron a descender de sus respectivas casas, dirigiéndose en tropel hacia el Gran Comedor para desayunar. Los de Slytherin también emergían de su mazmorra y los de Gryffindor comenzaron a bajar las escaleras. Severus corrió hacia ellas y espero al pie de las mismas hasta que bajase Lily.
Finalmente vislumbró la cabellera larga, brillante y naranja de Lily balancearse al mismo ritmo que ésta mientras bajaba las escaleras. Severus tenía un nudo en el estómago: si Lily le miraba y no hacía el más mínimo indicio de que él le importase, se resignaría y no le comentaría nada, pero si no...
El corazón se le puso en la garganta cuando Lily le miró. Durante unos instantes que a Severus se le hicieron eternos (y seguramente no fue más que un segundo), Lily no pareció darse cuenta de que él estaba allí, pero, para inmenso alivio de Severus, Lily le sonrió como había hecho siempre, con simpatía y dulzura.
Cuando llegó al último tramo de la escalera, Severus prácticamente no le dejó bajar los dos últimos escalones que le quedaban. La cogió de la mano con fuerza y comenzó a correr con ella hacia la fría mañana de domingo que había en el exterior. Los árboles seguían cubiertos de escarcha que había comenzado a derretirse, y el sol se reflejaba en ellos creando un efecto de arco iris bastante curioso. El suelo seguía siendo resbaladizo por culpa de la capa de hielo que había sobre él, pero el profesor Nicholson, el profesor de Herbología, lo había encantado para que tuviese un efecto seco y no tan resbaladizo (todo en base a que Melisa Hyde, una alumna de primero, había resbalado y se había roto la clavícula, ingresando en enfermería durante una semana).
Daba la impresión de que Nicholson no se había conformado con encantar el hielo, sino que había hecho que los rosales floreciesen antes de tiempo, o quizá la primavera estaba invadiendo Hogwarts más rápido de lo que se esperaban. Lily miró a Severus con curiosidad, respirando vaho blanquecino que se elevaba en el aire como humo.
- Perdóname por lo de ayer, Severus – comenzó Lily –, estaba en mi mundo, casi ni me di cuenta de con quién estaba hablando hasta que Donna vino a decirme que desde cuándo te hablaba así, y entonces me sentí fatal y quise buscarte pero no fuiste a cenar y como no podía entrar en la sala común de Slytherin yo...
- Tonterías – repuso Severus con una gran sonrisa. Lily no le había hablado así con mala intención había sido inconsciente. Severus, cuyo padre había sido un muggle que le había hecho la vida imposible, y nunca había tenido amigos por culpa de sus extrañas manías que sólo Lily supo aceptar aun siendo niña, se sintió la persona más feliz del mundo –. Lily yo... Sabes que no se me dan bien los discursos absurdos – dijo, hablando muy deprisa y mirándole fijamente a los ojos –, siempre digo que las palabras sobran, porque son sólo eso, palabras, pero cuando brillan por su ausencia te das cuenta de que en realidad son importantes...
Lily miraba a Severus con el ceño fruncido pero con una sonrisa encantadora de desconcierto en el rostro. No sabía muy bien a dónde quería llegar Severus, pero le conocía desde hacía suficiente tiempo como para saber que no perdía los papeles con tanta facilidad.
- Lo que quiero decir es que me he dado cuenta... bueno, supongo que me ha costado mucho, porque yo ya sabía que pasaba algo, pero ayer fue como si mi cerebro decidiese reaccionar después de tanto tiempo, y entonces fue cuando me di cuenta, Lily, de que realmente... – hizo una pausa para tragar saliva nervioso y dijo finalmente – de que realmente no puedo vivir sin ti, Lily.
Sin dejar tiempo a que las palabras hiciesen efecto en Lily, siguió hablando.
- Todos los recuerdos que valen la pena ser guardados los tengo a tu lado, Lily. Esa sensación que te inunda el cuerpo cuando sabes que las cosas van bien y hace calor aunque haga frío y te sientes bien y sólo tienes ganas de gritar, aunque suene absurdo, y sientes algo que no sabes definir pero comprendes qué intenta explicar Shakespeare con sus obras de teatro... no sé si conoces esa sensación...
- La conozco, Severus – sonrió Lily –, es lo que siento cada vez que te veo.
La euforia encerrada entre los barrotes de preocupación acumulados en su corazón se dispersaron por las venas, cazando cada glóbulo y convirtiéndolo en una explosión de sensaciones y sentimientos que llevaba experimentando desde hacía seis años, sólo que esta vez, por primera vez, y para siempre, se manifestaron, impulsando a Severus a agarrar a Lily por la cintura con énfasis, acercándola a él y besándole, sintiéndose mejor que nunca cuando ella le rodeó el cuello con sus brazos, devolviéndole el beso.
Fue un momento que Severus no olvidó nunca. Y tampoco olvidó cuando entró en el Gran Comedor a la hora del desayuno cogido de la mano de Lily, las caras de sorpresa de Potter, Black, Lupin y Pettigrew, y la sonrisa de Meena, sentada al lado de Orlando, que le rodeaba la cintura con su brazo, y que le dirigió un guiño de complicidad.
No diré que fueron felices para siempre, pero creo que puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que fueron felices durante una larga, larga, larga eternidad.
Espero que os haya gustado ^^
El sol estaba comenzando a salir y Severus juraría que los elfos domésticos todavía no habían empezado a preparar el desayuno, pero no podía permanecer en la cama.
Llevaba horas tumbado boca arriba en su cama. Había dormido un par de horas y se sentía despierto (más despierto que en toda su vida). Había descubierto qué era lo que sentía realmente por Lily, y estaba entusiasmado por contárselo, pero a la vez nervioso por la respuesta que ésta le daría. Después de la frialdad con la que le había tratado el día anterior, temía que Lily le dirigiese una mirada de desprecio y confirmase sus sospechas de que, tras tantos años, se había dado cuenta de que Severus realmente no era una persona rica, ni encantadora, ni popular, como el estúpido de James Potter, así pues, a la sensación de euforia se le asociaba la preocupación y el nerviosismo.
Se levantó y se dirigió al armario. Como siempre, la habitación estaba iluminada únicamente por antorchas y velas que levitaban formando sombras fantasmagóricas en las paredes de piedra. Orlando todavía dormía (y no le extrañaba, todavía eran las seis y media de la mañana), pero a Severus no le preocupó hacer suficiente ruido como para que se despertara.
- Tío, son las seis y media de la mañana, ¿se puede saber qué haces? Todavía tenemos media hora de sueño – bostezó Orlando, dándose la vuelta e intentando volver a dormirse.
- ¡No me importa! – sonrió Severus, pero la sonrisa seguía temblándole, pues no sabía si estar contento o si estar preocupado – No tengo motivo alguno para perder el tiempo, tengo que ir a decirle a Lily que... – no creyó oportuno que Orlando supiese lo que le tenía que decir a Lily. Tenía la esperanza de que Lily no le respondiese con un rotundo y frío «no», pero si sucedía, era preferible que Orlando (el mismo que le había echado encima a Meena Llewellyn) no supiese nada del tema – ... necesito su caldero.
Withmore estaba demasiado dormido como para darse cuenta de que el caldero de Severus estaba en perfectas condiciones, así que Severus se vistió con rapidez y salió de su dormitorio con frenesí, cruzando la sala común a zancadas.
- ¿A dónde vas a estas horas de la mañana? – preguntó Meena Llewellyn, apoyada en el marco de la puerta que dirigía a las habitaciones de las chicas.
Severus miró a Meena con preocupación. Quizá, si se lo contaba, se ponía hecha una fiera y se iba directa a por Lily para arrancarle la cabeza a mordiscos, y si no se lo contaba seguramente le seguiría. Meena seguía observándole, pero no le miraba con suspicacia, sino con sincera curiosidad. Severus suspiró.
- Meena, tú no estás enamorada de mí – dijo Severus acercándose con lentitud a Meena, que frunció el ceño con molestia.
- Claro que lo estoy, Severus. Hice las pruebas para entrar en el equipo de quidditch de Slytherin para llamar tu atención. Me sé tus horarios de memoria, sé lo que te gusta desayunar y me encanta acompañarte allá donde vayas. ¿Tú cómo llamarías a eso? – respondió Meena, cruzando la sala común en dirección a Severus, que se había parado en seco y la observaba con cautela. Llevaba una bata azul y por debajo se veían los pantalones de pijama y las zapatillas a juego.
- A eso, Meena, lo llamaría obsesión. Piénsalo: nunca hemos hablado, y aunque te hayas aprendido mis horarios de memoria y sepas qué me gusta desayunar, no sabes nada de mí. No sabes cómo eran mis padres, ni de dónde vengo, ni las notas que saco, ni porqué me gustan tanto las Artes Oscuras. Sólo te gusto porque Orlando Withmore te dijo que era un auténtico amante de las susodichas, pero que tengamos una única cosa en común no es motivo para que te enamores perdidamente de mí – explicó.
Meena se sentó en uno de los sillones que había frente a la chimenea. Parecía estar recapacitando al fin, milagrosamente. Estuvo aproximadamente cinco minutos con la mirada perdida, y finalmente miró a Severus.
- Es por Lily Evans, ¿verdad? La alumna de Gryffindor con la que estás siempre... – comentó en voz alta.
- En realidad... Meena, aunque ella no tuviese nada que ver. Aunque no hubiese otra chica, no tengo ningún motivo por el cual enamorarme de ti. Ya te lo he dicho, sólo hay una cosa que tengamos en común, y creo que no es lo suficientemente fuerte como para estar juntos. Tal vez para ser amigos, debatir temas sobre las Artes Oscuras o ser en un futuro compañeros de clase, pero para una relación no. Hay muchos chicos ansiosos por conocerte, pero no les has dado la oportunidad de hacerlo porque estabas pendiente de mí, y eso es inútil – expuso Severus, pensando en Orlando Withmore, que había comentado lo de las Artes Oscuras intentando sacarle conversación a Meena, porque a éste sí le gustaba ella.
- No me lo puedo creer – Meena sonrió ligeramente –, no sé por qué da la impresión de que estés pidiendo mi bendición.
Severus sonrió sonrojándose. En realidad no era esa su intención, pero se paró a pensarlo y se dio cuenta de que si Meena seguía pendiente de él estando Severus loca y absurdamente enamorado de otra persona, se sentiría mal consigo mismo, así que en cierta forma sí le estaba pidiendo su bendición. Meena volvió a perder la mirada en el interior de la chimenea y volvió a mirarle.
- La verdad es que hacéis buena pareja. Creo que por eso me daba tanta envidia – murmuró con la boca pequeña. Severus sonrió de oreja a oreja y se dirigió de nuevo hacia la puerta principal de Slytherin –, pero sólo te quiero pedir una cosa – añadió.
Severus frenó en seco y se giró con curiosidad. Meena seguía sentada en el sillón y le estaba dando la espalda, pero eso no impidió que pronunciase las palabras, y que él se diese cuenta de que estaba sonriendo.
- Dime el nombre del chico.
Severus subió con rapidez las escaleras que dirigían al vestíbulo principal. Sabía que si se encontraba con Filch se metería en problemas por culpa de estar fuera de su casa a deshoras, pero quedaba menos de un cuarto de hora para que la gente emergiese de sus respectivas y cálidas camas y bajasen a desayunar. En ese momento Severus se consideró realmente inútil, pues ahora estaría deambulando por el vestíbulo hasta que éste comenzase a llenarse de gente, pero eso no tardó en suceder, porque el haberse despertado tan temprano le proporcionó ver cómo los elfos domésticos se dirigían en manada a las casas, seguramente para encender las chimeneas y adecentar la estancia quitándole el polvo. Otros deambulaban limpiando el ya de por sí brillante suelo del vestíbulo y una elfina doméstica barría con esmero los escalones de la torre de Gryffindor.
La manada de elfos domésticos que se dirigían a la casa de Slytherin saludaron a Severus con un cordial y educadísimo «¡Buenos días, señor! ¡Que tenga un buen día, señor!», y éste correspondía con una sonrisa desconcertada. Finalmente, los alumnos de Hufflepuff y Ravenclaw comenzaron a descender de sus respectivas casas, dirigiéndose en tropel hacia el Gran Comedor para desayunar. Los de Slytherin también emergían de su mazmorra y los de Gryffindor comenzaron a bajar las escaleras. Severus corrió hacia ellas y espero al pie de las mismas hasta que bajase Lily.
Finalmente vislumbró la cabellera larga, brillante y naranja de Lily balancearse al mismo ritmo que ésta mientras bajaba las escaleras. Severus tenía un nudo en el estómago: si Lily le miraba y no hacía el más mínimo indicio de que él le importase, se resignaría y no le comentaría nada, pero si no...
El corazón se le puso en la garganta cuando Lily le miró. Durante unos instantes que a Severus se le hicieron eternos (y seguramente no fue más que un segundo), Lily no pareció darse cuenta de que él estaba allí, pero, para inmenso alivio de Severus, Lily le sonrió como había hecho siempre, con simpatía y dulzura.
Cuando llegó al último tramo de la escalera, Severus prácticamente no le dejó bajar los dos últimos escalones que le quedaban. La cogió de la mano con fuerza y comenzó a correr con ella hacia la fría mañana de domingo que había en el exterior. Los árboles seguían cubiertos de escarcha que había comenzado a derretirse, y el sol se reflejaba en ellos creando un efecto de arco iris bastante curioso. El suelo seguía siendo resbaladizo por culpa de la capa de hielo que había sobre él, pero el profesor Nicholson, el profesor de Herbología, lo había encantado para que tuviese un efecto seco y no tan resbaladizo (todo en base a que Melisa Hyde, una alumna de primero, había resbalado y se había roto la clavícula, ingresando en enfermería durante una semana).
Daba la impresión de que Nicholson no se había conformado con encantar el hielo, sino que había hecho que los rosales floreciesen antes de tiempo, o quizá la primavera estaba invadiendo Hogwarts más rápido de lo que se esperaban. Lily miró a Severus con curiosidad, respirando vaho blanquecino que se elevaba en el aire como humo.
- Perdóname por lo de ayer, Severus – comenzó Lily –, estaba en mi mundo, casi ni me di cuenta de con quién estaba hablando hasta que Donna vino a decirme que desde cuándo te hablaba así, y entonces me sentí fatal y quise buscarte pero no fuiste a cenar y como no podía entrar en la sala común de Slytherin yo...
- Tonterías – repuso Severus con una gran sonrisa. Lily no le había hablado así con mala intención había sido inconsciente. Severus, cuyo padre había sido un muggle que le había hecho la vida imposible, y nunca había tenido amigos por culpa de sus extrañas manías que sólo Lily supo aceptar aun siendo niña, se sintió la persona más feliz del mundo –. Lily yo... Sabes que no se me dan bien los discursos absurdos – dijo, hablando muy deprisa y mirándole fijamente a los ojos –, siempre digo que las palabras sobran, porque son sólo eso, palabras, pero cuando brillan por su ausencia te das cuenta de que en realidad son importantes...
Lily miraba a Severus con el ceño fruncido pero con una sonrisa encantadora de desconcierto en el rostro. No sabía muy bien a dónde quería llegar Severus, pero le conocía desde hacía suficiente tiempo como para saber que no perdía los papeles con tanta facilidad.
- Lo que quiero decir es que me he dado cuenta... bueno, supongo que me ha costado mucho, porque yo ya sabía que pasaba algo, pero ayer fue como si mi cerebro decidiese reaccionar después de tanto tiempo, y entonces fue cuando me di cuenta, Lily, de que realmente... – hizo una pausa para tragar saliva nervioso y dijo finalmente – de que realmente no puedo vivir sin ti, Lily.
Sin dejar tiempo a que las palabras hiciesen efecto en Lily, siguió hablando.
- Todos los recuerdos que valen la pena ser guardados los tengo a tu lado, Lily. Esa sensación que te inunda el cuerpo cuando sabes que las cosas van bien y hace calor aunque haga frío y te sientes bien y sólo tienes ganas de gritar, aunque suene absurdo, y sientes algo que no sabes definir pero comprendes qué intenta explicar Shakespeare con sus obras de teatro... no sé si conoces esa sensación...
- La conozco, Severus – sonrió Lily –, es lo que siento cada vez que te veo.
La euforia encerrada entre los barrotes de preocupación acumulados en su corazón se dispersaron por las venas, cazando cada glóbulo y convirtiéndolo en una explosión de sensaciones y sentimientos que llevaba experimentando desde hacía seis años, sólo que esta vez, por primera vez, y para siempre, se manifestaron, impulsando a Severus a agarrar a Lily por la cintura con énfasis, acercándola a él y besándole, sintiéndose mejor que nunca cuando ella le rodeó el cuello con sus brazos, devolviéndole el beso.
Fue un momento que Severus no olvidó nunca. Y tampoco olvidó cuando entró en el Gran Comedor a la hora del desayuno cogido de la mano de Lily, las caras de sorpresa de Potter, Black, Lupin y Pettigrew, y la sonrisa de Meena, sentada al lado de Orlando, que le rodeaba la cintura con su brazo, y que le dirigió un guiño de complicidad.
No diré que fueron felices para siempre, pero creo que puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que fueron felices durante una larga, larga, larga eternidad.
Espero que os haya gustado ^^
Heckling- Mensajes : 104
Fecha de inscripción : 08/12/2008
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Localización : Fábrica de Chocolate Willy Wonka.
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