Prólogo, abandono.
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Prólogo, abandono.
A Simon Swelling nunca le había gustado la lluvia.
La experiencia le había demostrado que la lluvia nunca conllevaba nada bueno, más bien todo lo contrario. Cuando le comunicaron el estado avanzado del cáncer pulmonar de su madre, llovía a cántaros, igual que en el día de su entierro. El día en que su padre no pudo soportar la responsabilidad de criar un hijo completamente solo y lo abandonó bajo el cuidado de su padrino, el cielo parecía compadecerse de él una vez más, y esta vez el cielo parecía predecir los horribles sucesos que estaban a punto de tener lugar en el hospital privado al que asistía su padrino.
Simon siempre había pensado que su padre le había abandonado porque él suponía una gran carga que el señor Swelling no podía soportar, pero cuando empezó a tomar conciencia de las cosas, comprendió que el señor Swelling no había tomado una decisión a la ligera, sino que, realmente, había tomado la decisión acertada.
El padrino de Simon, Dustin Cassidy, era un hombre abrumadoramente rico. Vivía en una gran mansión a las afueras de Londres. Era un buen hombre de negocios que había conseguido su enorme fortuna gracias al buen trato que tenía con las personas, y trataba a Simon como si fuese su verdadero hijo, lo que hacía que todos los empresarios de la zona le estrechasen la mano con ímpetu y halagasen algo de su físico, ya que no se interesaban nunca en conocer al pequeño Swelling, aunque de vez en cuando, y para sorpresa de Simon, alguno parecía tener interés en escuchar la historia de su vida.
- Éste es Simon Swelling, mi ahijado. Su padre fue una de las mejores personas que conocí nunca, y lamento que actualmente no esté con nosotros. De todas formas, he de admitir que me alegro, sinceramente, de que Peter finalmente decidiese dejarlo bajo mi cuidado, ya que, sin duda alguna, la presencia de Simon en la mansión Cassidy es una de las mejores cosas que me ha pasado – relataba Dustin de vez en cuando, a alguno de los miles de hombres que siempre estaban dispuestos a escucharle.
Simon se sentía bastante cohibido cuando un centenar de personas le observaba con curiosidad, y siempre parecía deducir que todos y cada uno de ellos se imaginaban a su manera el abandono de su padre. Seguramente creían que Peter había llegado un buen día a casa del señor Cassidy, vestido con harapos, ojeroso y con un muy mal aspecto, suplicándole que se hiciese cargo del niño. Como todos tenían un muy buen concepto de la bondad del señor Cassidy, todos se imaginaban las palabras «evidentemente, Peter. El chico puede quedarse conmigo tanto tiempo como necesites». Pero no fue así.
Peter Swelling había tenido una vida demasiado dura para un hombre de su edad. Apenas superaba los veintisiete años y ya era viudo y con un chico de ocho años bajo su cuidado. Evidentemente, Peter quería a Simon lo inimaginable. Lo poco que recordaba Simon de su padre se basaba en que apenas le veía, porque Peter tenía dos empleos que le ocupaban todo el día, y aun así tenía serios problemas económicos. Solía llegar a casa alrededor de las diez de la noche, pero a esa hora todavía le quedaba un poco de energía que empleaba a fondo con Simon, haciéndole reír y pasando todo el tiempo que pudiese con él, porque sabía que al día siguiente volvería a estar más de dieciséis horas lejos de él.
El día en que Peter se vio en la obligación de entregárselo a Dustin para que cuidara de él lo mejor posible, llovía. Era uno de los detalles que Simon recordaba con exactitud de aquel día. Había sido un día completamente normal, hasta que su padre llegó tarde una vez más. Esta vez parecía no tener fuerzas para jugar con él, se limitó a decirle que se metiera en el coche. Era evidente que tenía prisa, y Simon no se atrevió a preguntar.
No recordaba cuánto había durado el viaje, pero pensó que había sido bastante largo ya que se había dormido durante el trayecto. Cuando despertó, vio ante sí la imponente mansión de Dustin Cassidy. Bajaron del coche, y Peter llamó con insistencia al timbre. Cuando abrieron, recordó Simon, el señor Cassidy le pareció un superhéroe, el tipo de persona que quería ser cuando fuese mayor. Atractivo, triunfador y millonario.
A partir de ahí, Simon recordaba más bien poco. Se sentó en el cómodo sofá, frente a la chimenea, y como había estado durmiendo durante el viaje, volvió a sumirse en un profundo sueño. Al día siguiente, su vida había dado un giro de ciento ochenta grados.
La experiencia le había demostrado que la lluvia nunca conllevaba nada bueno, más bien todo lo contrario. Cuando le comunicaron el estado avanzado del cáncer pulmonar de su madre, llovía a cántaros, igual que en el día de su entierro. El día en que su padre no pudo soportar la responsabilidad de criar un hijo completamente solo y lo abandonó bajo el cuidado de su padrino, el cielo parecía compadecerse de él una vez más, y esta vez el cielo parecía predecir los horribles sucesos que estaban a punto de tener lugar en el hospital privado al que asistía su padrino.
Simon siempre había pensado que su padre le había abandonado porque él suponía una gran carga que el señor Swelling no podía soportar, pero cuando empezó a tomar conciencia de las cosas, comprendió que el señor Swelling no había tomado una decisión a la ligera, sino que, realmente, había tomado la decisión acertada.
El padrino de Simon, Dustin Cassidy, era un hombre abrumadoramente rico. Vivía en una gran mansión a las afueras de Londres. Era un buen hombre de negocios que había conseguido su enorme fortuna gracias al buen trato que tenía con las personas, y trataba a Simon como si fuese su verdadero hijo, lo que hacía que todos los empresarios de la zona le estrechasen la mano con ímpetu y halagasen algo de su físico, ya que no se interesaban nunca en conocer al pequeño Swelling, aunque de vez en cuando, y para sorpresa de Simon, alguno parecía tener interés en escuchar la historia de su vida.
- Éste es Simon Swelling, mi ahijado. Su padre fue una de las mejores personas que conocí nunca, y lamento que actualmente no esté con nosotros. De todas formas, he de admitir que me alegro, sinceramente, de que Peter finalmente decidiese dejarlo bajo mi cuidado, ya que, sin duda alguna, la presencia de Simon en la mansión Cassidy es una de las mejores cosas que me ha pasado – relataba Dustin de vez en cuando, a alguno de los miles de hombres que siempre estaban dispuestos a escucharle.
Simon se sentía bastante cohibido cuando un centenar de personas le observaba con curiosidad, y siempre parecía deducir que todos y cada uno de ellos se imaginaban a su manera el abandono de su padre. Seguramente creían que Peter había llegado un buen día a casa del señor Cassidy, vestido con harapos, ojeroso y con un muy mal aspecto, suplicándole que se hiciese cargo del niño. Como todos tenían un muy buen concepto de la bondad del señor Cassidy, todos se imaginaban las palabras «evidentemente, Peter. El chico puede quedarse conmigo tanto tiempo como necesites». Pero no fue así.
Peter Swelling había tenido una vida demasiado dura para un hombre de su edad. Apenas superaba los veintisiete años y ya era viudo y con un chico de ocho años bajo su cuidado. Evidentemente, Peter quería a Simon lo inimaginable. Lo poco que recordaba Simon de su padre se basaba en que apenas le veía, porque Peter tenía dos empleos que le ocupaban todo el día, y aun así tenía serios problemas económicos. Solía llegar a casa alrededor de las diez de la noche, pero a esa hora todavía le quedaba un poco de energía que empleaba a fondo con Simon, haciéndole reír y pasando todo el tiempo que pudiese con él, porque sabía que al día siguiente volvería a estar más de dieciséis horas lejos de él.
El día en que Peter se vio en la obligación de entregárselo a Dustin para que cuidara de él lo mejor posible, llovía. Era uno de los detalles que Simon recordaba con exactitud de aquel día. Había sido un día completamente normal, hasta que su padre llegó tarde una vez más. Esta vez parecía no tener fuerzas para jugar con él, se limitó a decirle que se metiera en el coche. Era evidente que tenía prisa, y Simon no se atrevió a preguntar.
No recordaba cuánto había durado el viaje, pero pensó que había sido bastante largo ya que se había dormido durante el trayecto. Cuando despertó, vio ante sí la imponente mansión de Dustin Cassidy. Bajaron del coche, y Peter llamó con insistencia al timbre. Cuando abrieron, recordó Simon, el señor Cassidy le pareció un superhéroe, el tipo de persona que quería ser cuando fuese mayor. Atractivo, triunfador y millonario.
A partir de ahí, Simon recordaba más bien poco. Se sentó en el cómodo sofá, frente a la chimenea, y como había estado durmiendo durante el viaje, volvió a sumirse en un profundo sueño. Al día siguiente, su vida había dado un giro de ciento ochenta grados.
Heckling- Mensajes : 104
Fecha de inscripción : 08/12/2008
Edad : 31
Localización : Fábrica de Chocolate Willy Wonka.
Re: Prólogo, abandono.
Tiene buena pinta!^^
hermii_93- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 01/12/2008
Edad : 31
Localización : ...alOne iin The Dark...
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